CONTRAIDICACIONES DEL TRATAMIENTO
A la memoria de Javier Manríquez
Coincidíamos tras las rejas de la comisaría de un viejo condado, esa fría madrugada californiana. Yo, por los diez tequilas encima y más de algún semáforo imprudente de límites imprecisos; él, por la bestial tunda que intentara propinar a su mujer, a la que había pillado con el Sancho la noche anterior, en plena ignición de sus tentadoras carnes.
―Ah, que negro “má” bruto y “cornuo” soy, “vale”, ―Me decía, manoseando su manojo grifo de greñas sebosas, agazapado en cuclillas, maldiciéndose y arrojando continuos noes con la cabeza mientras engullía la saliva, el orgullo y el agravio.
―Yo aquí de “güey” rejego, “metio” en este lío “goldo”, encerrao y de mano “cruzaa” sin poder hacer “naa” “pa`” impedir que la Cusumba se enrosque con “esiotro”. “Tuavía” no hace “niun” ratito que me “entambaron” y, de seguro, “vale”, ya se la ha “destar” dejando “cai” todita… ¡zampándosela de un solo!
J. J.A.Z.
VOYERISTA
(“Toda la historia de la vida de un hombre está en su actitud”. Julio Torri)
Le seducía mirar la insinuante silueta a través de la falda; sus torneadas piernas, al subir las escaleras; las incisivas cúspides que repujaban su pecho a través de la blusa; los suculentos labios paladeando el café…
¡Qué mujerona inalcanzable! ―se decía. Pero esa noche, por fin ella le coqueteó, traviesa, sobre la cama de un hotel. ¡De qué manera acentuaba jadeante el núcleo apetecido de su feminidad!
Él, ¡no daba crédito a su suerte! y ante la erótica pose humectada de lujuria, su obsceno corazón no respondió al lúdico impulso del escultural desnudo:
Sus ochenta y un inviernos se extinguieron de un rescoldo,
…como el resabio de cosas que había sido.
J.J.A.Z.
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